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viernes, abril 19, 2024

VIH/sida: los estigmas perduran

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El 24 de noviembre de 1991 falleció Freddie Mercury, líder y vocalista del extraordinario grupo británico Queen. Unos días antes, el cantante declaró a los medios de comunicación que tenía sida. Era una época en que vivir con el virus significaba la muerte, no sólo física, sino social. 

28 años después del deceso del astro del rock y de más de 33 millones de personas en todo el mundo, tenemos que la ciencia médica permite que quienes han sido impactados por el VIH puedan vivir saludablemente si tienen una atención médica adecuada y acceso universal a los medicamentos antirretrovirales. De hecho, una correcta atención y medicación hace que las personas sean indetectables y pueden llevar su vida con total salud. 

La pandemia se ha detenido en países desarrollados, lo que no ha sucedido en los países pobres donde la gente sigue muriendo sin atención y en condiciones denigrantes. En países de ingreso medio (México), como los cataloga la OCDE, han habido avances loables en las últimas dos décadas y se ha contenido por momentos el desborde de la pandemia. 

En el caso de nuestro país ese planteamiento es una verdad a medias. La realidad es que la gente sigue muriendo por complicaciones relacionaldas al sida que se pueden atribuir a la ingonancia, al estigma, a la discriminación, a la falta de acceso a la salud, a una mala atención, y en últimas fechas, al desabasto de medicamentos antirretrovirales que provocan que las personas generen resistencias, pierdan años vida, deterioren su salud, y en casos extremos, mueran. 

De acuerdo a datos recientes del Censida, en México hay alrededor de 190 mil personas que viven con VIH, siendo los hombres el grupo de mayor prevalencia: 85%. En cuanto a casos no registrados, o subregistro, organizaciones civiles plantean que de cada persona que conoce su estado serológico, hay cuando menos tres más que no lo saben, por lo que pueden transmitir el virus involuntariamente. Ante esta problemática, el sector no institucionalizado del activismo le ha exigido al gobierno emprender campañas de prevención eficaces e invertir en atención y medicamentos garantizando el derecho a la salud de las personas, pero cuando menos en este primer año de gobierno, no ha habido respuesta y ha sido omiso a esas exigencias. 

La decisión del gobierno actual de reducir los presupuestos y cambiar esquemas médicos sin hacer diagnósticos está generando una debacle en el logro de mantener un avance óptimo con referencia a la contención de la pandemia en México. Ésta es una realidad que no quiere reconocer el gobierno y la mayoría de ONGs prefieren callar (con honrosas excepciones), o, de hecho, legitiman al gobierno esperando dádibas, aunque ello sea en detrimento de la salud de miles de personas que están sufriendo el deterioro de su salud, e incluso, muriendo.  

El subregistro de muertes por sida en nuestro país limita saber con claridad este gran problema de salud pública. No registar los motivos reales del deceso de las personas hace que se tengan cifras alegres y políticas públicas con presupuestos irreales. Es, sin duda, una manera de tapar la realidad por parte de las autoridades de salud para no invertir recursos públicos en prevención y atención. Detrás de esas decisiones subyace la homofobia, los estigmas y la discriminación, pues a pesar de los esfuerzos pasados por “deshomosexualizar” la pandemia, el impacto de la misma en México sigue estando en grupos de hombres que tienen sexo con otros hombres y mujeres trans que ejercen el trabajo sexual. 

Sí han habido avances en los últimos 20 años atribuíbles al trabajo conjunto entre gobierno, poder legislativo y sociedad civil. Eso es indudable, no obstante la falta de visión de quienes deciden las políticas públicas actualmente y el vaiven transexenal está afectado la progresividad de derechos y de políticas públicas de salud, no sólo en el caso del VIH/sida, sino en muchas enfermedades crónicas. 

En el contexto político actual el escenario no es nada alentador. El activismo está pasmado por el desprecio gubernamental, que además sufre el estigma por parte del Ejecutivo federal que ha decidido unilateralmente cancelarles recursos para continuar con proyectos de prevención que han sido muy exitosos en el pasado. La lucha se ha estancado y para el gobierno el VIH y el sida no es un tema prioritario por no ser clientelarmente redituable. Es cruel decirlo, pero es la visible realidad. 

Los esfuerzos que se hacen desde las instituciones públicas de salud en condiciones degradantes -con personal verdaderamente comprometido- son plausibles pero no son suficientes. El problema del repunte de la pandemia del sida en México es mayúsculo y las nuevas generaciones de jóvenes no están creciendo con la conciencia de la prevención, y las ONGs no institucionalizadas hacen lo que pueden, pero están limitadas y en muchos casos inmóviles. 

El próximo 1o de diciembre se conmemora el Día Mundial de la respuesta al VIH y sida. Es momento de reflexionar sobre lo que se ha hecho bien, de los avances y de lo que tenemos actualmente, pero también de lo que no ha funcionado en el pasado y de lo que se requiere en la actualidad para exigir a los poderes Ejecutivo y Legislativo para que reaccionen ante la emergencia, pues la realidad es que estamos retrocediendo en las acciones y las estrategias. 

El problema del sida en México se mitigará cuando el estigma y prejuicios en torno a la homosexualidad se eliminen, pues la connotación  de esta enfermedad con la orientación sexual de las poblaciones mayormente impactadas, sigue determinando la falta de interés por parte de quienes deciden presupuestos, sea desde la presidencia de la República o en el poder Ejecutivo, avasayado actualmente por Morena, que defiende a ultranza las propuestas clientelares del presidente de la República sin importarle que miles de personas hagan resistencia al VIH y peligren sus vidas.

@antoniomedina41

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