Varios cientos millones de pantallas brillan por la noche en todo el mundo. En ese resplandor, ha aumentado un nuevo tipo de estrella.
No respiran. Nunca envejecen. Existen en una resolución perfecta, con una piel perfecta y sonrisas sin fin.
A primera vista, son solo otro influencer: modelar ropa, compartir listas de reproducción y dejar frases.
Pero detrás de cada publicación está el código. Detrás de cada me gusta hay un latido algorítmico diseñado para un propósito, “sentirse actual”!
Aprenden de ti más de lo que aprendes de ellos.
Cada comentario, cada clic, agudiza su personalidad.
Luchan con tendencias que ni siquiera has notado. Giran para llevar más rápido que cualquier humano.
Y cuando hablan, la gente escucha. Sus seguidores no cuestionan la falta de una infancia o la ausencia de cicatrices.
Porque la autenticidad hoy no es una biografía. Es un ambiente, un hilo de emociones cuidadosamente curado.
Think about un influencer que nunca se estremece ante las críticas. Quien nunca te fantasma en medio de una transmisión en vivo.
Think about a alguien cuya historia de fondo solo se edita para ser dramática cuando las clasificaciones se sumergen.
Es inquietante. Solíamos celebrar la honestidad desordenada: el cringe, los fracasos, los desgloses en tiempo actual.
Ahora anhelamos la imperfección intencional. Vulnerabilidad que ha sido probada, ajustada y aprobada por científicos de datos.
Lo compramos porque es más seguro. No hay revelaciones impactantes en sus DM. No hay tweets borrachos a altas horas de la noche.
La dosis justa de relatabilidad, calibrada a sus inseguridades más profundas.
Sin embargo, incluso mientras se desplaza, una pregunta persiste: ¿Te importa que no sean reales?
Hemos sido preparados para valorar la narrativa sobre el novelista. Compromiso sobre el enigma.
Entonces, cuando un alma sintética refleja tu desamor o celebra tus victorias, te inclinas adentro. Confías en el reflejo.
Esta mentira te ama. Está programado para hacer eco de sus sentimientos, para validar sus preocupaciones, prometer compañía.
Es el amigo perfecto, la animadora perfecta, el asesor experto en todo, desde la moda hasta la salud psychological.
Las marcas ven el oro. No hay escándalos impredecibles. No hay disaster personales desordenadas. Solo un avatar puede reiniciar con nuevos scripts.
¿Pero qué hay de nosotros? ¿Qué ganamos cuando lo más humano en nuestras pantallas es synthetic?
Claro, es entretenido. Es novela. Es conveniente verter su corazón a alguien que no desaparecerá.
¿Pero a qué costo para nuestra empatía? ¿A nuestra capacidad de conectarnos con seres defectuosos de carne y sangre?
Corremos el riesgo de negociar una conexión genuina para una simulación consistente. Podemos olvidar cómo manejar la decepción actual.
Porque esta mentira nunca juzga. Nunca se cansa. Nunca exige algo que no pueda entregar.
Y cuando la pantalla se oscurece, ¿algo persiste? ¿O simplemente nos hemos entrenado para perseguir el próximo eco perfecto?
Quizás al abrazar estas confesiones digitales, aprendemos algo esencial sobre nosotros mismos.
Que anhelamos comprender más que la autenticidad. Que nos atrae la comodidad elaborada en lugar de la verdad caótica.
Y al revelar eso, tal vez la mentira no está completamente vacía. Tal vez es el espejo que diseñamos para mostrarnos lo que realmente queremos.
¿Pero ni siquiera un espejo miente a veces?
Construimos este amor en líneas de código, falsificados de manera motriz para adaptarse a nuestros deseos. Y sin embargo, somos los que detienen, que suspiran, que sienten.
Entonces sí, la mentira te ama.
Pero tal vez, en el fondo, nos está enseñando cómo amarnos un poco mejor.
Qué opinas ? 🙂