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jueves, marzo 28, 2024

¿A dónde se fue el espíritu revolucionario? Breve relato del 20 de noviembre

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 Este 20 de noviembre celebraremos el 109 aniversario del inicio de nuestra revolución, pero ¿Qué paso exactamente ese día y porqué lo recordamos con júbilo? Ese día tuvo lugar el inicio de los enfrentamientos entre las fuerzas revolucionarias contra el gobierno de Porfirio Díaz, como resultado de la convocatoria que el mismo Francisco I. Madero realizó desde Texas, Estados Unidos en el documento conocido como Plan de San Luis, documento que inmortalizo la frase SUFRAGIO EFECTIVO, NO REELECCIÓN. 

Este movimiento revolucionario ha sido sin duda el movimiento político y militar más importante en nuestro país durante más de un siglo, la revolución hoy se recuerda con gloria y orgullo, pero durante los casi diez años que duró, murieron más de un millón de mexicanos, por lo que también debe de ser recordada como un evento que no debe de repetirse. 

Debe ser un evento que nos recuerde que la democracia, la solución pacífica de controversias y la alternancia de distintas fuerzas políticas, así como el respeto al estado de derecho, son las mejores herramientas para que no se vuelva a repetir un acontecimiento tan atroz. 

La revolución, como todo movimiento armado de estas características, debe medir su éxito por medio de las leyes que de él surgen, por lo que nuestra lucha fue sin lugar a dudas todo un éxito, si consideramos que la Constitución 1917 es reconocida a nivel internacional como la primera en su tipo. Mientras que para nosotros significó la expresión de la voluntad popular de aquellos tiempos, siendo la revolución, la forma suprema de legislar, como lo acredita nuestra historia. 

El resultado del movimiento revolucionario, es sin duda, un parteaguas en la lucha por el reconocimiento y la dignidad humana en nuestro país, puesto que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 (CPEUM) ha sido reconocida como la primera carta magna en incluir y garantizar los derechos humanos de corte económico, social, y cultural. 

Cabe mencionar que el proceso de creación de la Constitución fue otra gran muestra de madurez política y respeto a los ideales que le dieron vida, puesto que el congreso constituyente estuvo integrado por una gran pluralidad política e ideológica. En donde científicos, periodistas, juristas, doctores e ingenieros todos ellos humanistas y liberales de todas las regiones del país trabajaron juntos por la consecución de un documento progresista que permitiera materializar los ideales del movimiento armado, pero sobre todo que abanderara el futuro pacifico de las nuevas generaciones. 2 

Está Constitución no estuvo libre de opositores y detractores puesto que basándose en un error de redacción jurídica en el Decreto por el que se promulga la hoy norma suprema la tacharon por años como una Ley impura y bastarda, basados en un tecnicismo jurídico. El error al que nos referimos aun es visible hasta nuestros días en el primer párrafo de la Constitución, en el cual aparece la leyenda de Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que reforma la de 5 de febrero de 1857, con lo que los conservadores y sus ideólogos como lo fue el licenciado Jorge Vera Estañol, secretario del gabinete de Victoriano Huerta, buscaron la inaplicabilidad de la norma, lo que, como ya todos conocemos no se logró, puesto que ahora la Constitución que nació en 1917 sigue rigiendo el actuar y el espíritu nacional. 

Este espíritu social y público vino a revertir la tendencia individualista que impulsaba la Constitución de 1857 que se resumía en el artículo primero, redactado así: “El pueblo mexicano, reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En consecuencia, declara, que todas las leyes y todas las autoridades del país deben sostener y respetar las garantías que otorga la presente Constitución”. 

De conformidad, pues, con el espíritu de la norma, en los conflictos que surgían entre el individuo y la sociedad, debía prevalecer el individuo. En tanto que, de acuerdo con el espíritu dominante en la Constitución de 1917, debe prevalecer el interés de los más sobre el interés de los menos. 

De ahí que artículos clave como el 25, 27 y el 123 fueran incluidos en la carta magna de 1917. Sin embargo, más de 100 años después, la pregunta que debemos hacernos es ¿Si los ideales de la Revolución siguen presentes en la Constitución? ¿Si las casi 700 reformas a la norma suprema, no la han afectado? ¿Si el espíritu por el que lucharon nuestros antepasados no ha sido remplazado por el neoindividualismo, el neolatifundismo y el neoreleccionismo? 

Ante esta serie de interrogantes la respuesta no siempre es sencilla, puesto que en pleno siglo XXI, la también conocida era de los Derechos Humanos, ha traído consigo importantes avances en materia social, sin embargo, esta era ha traído consigo también grandes problemáticas. Por ejemplo, la desigualdad: nunca en la historia de la humanidad, ha existido una brecha de desigualdad tan pronunciada como la que hoy vivimos, en donde el 1% de las personas de la tierra controla el 50% de la toda la riqueza que en ella habita. 

Dentro de este contexto es que considero que la CPEUM ha cedido su espíritu revolucionario y se ha convertido en un instrumento de legitimación del poder. En donde la rectoría del Estado sobre la economía nacional establecida en el artículo 25 es cada vez más débil, la propiedad originaria de los recursos naturales y el derecho exclusivo de su aprovechamiento es hoy en día un cuento de días mejores, y el derecho de los trabajadores a una vida digna, ha sido mermado por un gobierno que permite la simulación, en un salario mínimo que de salario no tiene nada y de mínimo mucho. 

Es ahora, cuando digo, ¿Qué celebramos el 20 de noviembre? Celebramos un acontecimiento que se difumino en el tiempo, una falacia progresista y liberal, y una realidad 3 

trastornada, cualquiera de éstas, pero no una revolución y mucho menos celebramos su espíritu. 

Aprovechando este aniversario, invito a todas y todos a que reflexionemos acerca de cómo el espíritu contenido en la norma suprema de la nación ha perdido su esencia liberal y progresista, y hoy en día se posiciona como una mera herramienta al servicio del capital; mientras que fechas de júbilo y tradición como este día, se convierten en algo banal, en parte de un breviario cultural que olvida sus orígenes, sin rumbo y sin dirección. 

 Arturo Prida Romero 

Presidente de la Mesa Directiva 

IX Consejo Nacional del PRD 

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